El Antropoceno sería una nueva época de la Tierra, consecuencia del despliegue del sistema urbano-agro-industrial a escala global, que se da junto con un incremento poblacional mundial sin parangón histórico. Todo ello ha actuado como una auténtica fuerza geológica con fuertes implicaciones ambientales. La Sociedad Geológica de Londres, la de mayor historia y quizás la más prestigiosa del planeta, así lo ha definido (Davis, 2008).
Desde el medio marino a la atmósfera pasando por la práctica totalidad de la geografía terrestre, el planeta Tierra está sufriendo una era de enormes transformaciones físicas y ambientales provocadas por la acción humana, a una velocidad sin precedentes en los últimos millones de años, lo que permite a Fernández Durán afirmar que nos estamos adentrando en una nueva era geológica, la del Antropoceno. La expansión de las metrópolis urbanas, la hegemonía del sistema industrial y de la agricultura intensiva, y un consumo de masas que solo devuelve al medio ambiente residuos que en su mayoría son imposibles de recuperar para el ciclo natural, han llevado a la biosfera al límite de su capacidad de regeneración. En apenas cien años, durante el pasado siglo XX, la humanidad ha consumido más energía que todas las generaciones precedentes y se ha apropiado del 40% de la biomasa del planeta. Según diferentes cálculos, a la Tierra hoy le costaría alrededor de 1,3 años reproducir los recursos que la sociedad —principalmente las poblaciones del Norte y de las periferias emergentes— consume a lo largo de 1 año. Esto está provocando un colapso biológico que ha supuesto una pérdida del 30% de la biodiversidad de la Tierra entre 1970 y 2005 (lo que algunos ya denominan «la sexta extinción de la historia del planeta») y crecientes procesos de desertización, agotamiento y contaminación de acuíferos, deforestación y sobreexplotación de los ecosistemas marinos, todo lo cual incide negativamente y agudiza el cambio climático en curso.
El Antropoceno levanta acta de la vertiginosa senda de destrucción en la que se ha sustentado este crecimiento desaforado y literalmente criminal del sistema agro-urbano-industrial globalizado. Esta dinámica ha convertido las perspectivas de futuro en una carrera contrarreloj contra la destrucción del planeta que, a falta de voluntad política y si no surge una fuerte oposición, tal vez solo el agotamiento de los recursos energéticos pueda frenar.