Entre 1948 y 1970, más de 150.000 niñas y niños fueron robados por el Gobierno Británico y enviados a países de la Commonwealth –principalmente a Australia– como parte de su proyecto colonial, blanco y cristiano. Una infancia que creció desarraigada, creyendo haber sido huérfanos o abandonados y sufriendo en muchos casos trabajos forzados y abusos sexuales.
Estos hechos salieron a la luz gracias a la trabajadora social Margaret Humphreys (Nottimgham, 1944) y los niños (ahora adultos) robados, consiguiendo en 2010, que el Gobierno Británico reconociera públicamente su vergonzoso episodio histórico.