Estas páginas hablan de la lucha de los yeseros de Badajoz, de su huelga insólita y de su resistencia posterior durante 23 años. Una huelga que empezó el 10 de agosto de 1988 y terminó el 4 de enero de 1989, la huelga más larga de la historia contemporánea de Extremadura.
Esta revuelta obrera fue uno de esos acontecimientos que se salen el redil establecido por los poderes, una desviación del curso natural de la obediencia. Pero la huelga de los yeseros no fue ni es singular sólo por su extraordinaria duración o porque diese por terminado el ciclo de la desmovilización que empezó en el sector de la construcción con la derrota de la huelga del 78. O porque rompiese con el maldición y el tabú de la huelga indefinida.
La anomalía de esta lucha tiene que ver, sobre todo, con sus demandas y sus conquistas, con su forma de enfrentarse a la cotidianidad del destajo, con la suspensión parcial de uno de los dogmas capitalistas, el del mercado de trabajo. «A partir de ahora, los empresarios no podréis decidir quién trabaja y quién no trabaja, a quiénes elegiréis en la lonja de contratación y quiénes serán condenados al ostracismo, al paro o a la emigración. Vuestra regla de oro queda cancelada«.
Estas páginas hablan de la lucha de los yeseros de Badajoz, de su huelga insólita y de su resistencia posterior durante 23 años. Una huelga que empezó el 10 de agosto de 1988 y terminó el 4 de enero de 1989, la huelga más larga de la historia contemporánea de Extremadura.
Esta revuelta obrera fue uno de esos acontecimientos que se salen el redil establecido por los poderes, una desviación del curso natural de la obediencia. Pero la huelga de los yeseros no fue ni es singular sólo por su extraordinaria duración o porque diese por terminado el ciclo de la desmovilización que empezó en el sector de la construcción con la derrota de la huelga del 78. O porque rompiese con el maldición y el tabú de la huelga indefinida.
La anomalía de esta lucha tiene que ver, sobre todo, con sus demandas y sus conquistas, con su forma de enfrentarse a la cotidianidad del destajo, con la suspensión parcial de uno de los dogmas capitalistas, el del mercado de trabajo. «A partir de ahora, los empresarios no podréis decidir quién trabaja y quién no trabaja, a quiénes elegiréis en la lonja de contratación y quiénes serán condenados al ostracismo, al paro o a la emigración. Vuestra regla de oro queda cancelada«.