Los movimientos antisistémicos cuentan con tres fuentes de aprendizaje: la historia de las resistencias, la reflexión sobre las luchas que protagoniza en cada período histórico y las experiencias de otros movimientos en otras partes del mundo. En síntesis: el pasado, el presente y las experiencias de los otros abajos. Así ha sido siempre en la historia de los movimientos. La principal diferencia que aportan los pueblos indios de América Latina es la actualización del pasado.
Los «condenados de la tierra» de hoy, los que no tienen nada que perder más que sus cadenas, son los genuinamente interesados en cambiar el mundo. Son, en el lenguaje zapatista, los que viven en el «más abajo«. La razón crítica y emancipatoria ha nacido y se ha desarrollado en los países del Norte, en los ambientes que Fanon define como la «zona del ser«. De lo que se trata es de reconocer los límites de esa idea para dar cuenta e inspirar las resistencias de los pueblos del sur. Aprender de movimientos como el zapatista y el indígena del Cauca, en particular las luchas del pueblo nasa, así como el mapuche, el aymara y tantos otros, es una oportunidad para abrir las propuestas de cambio social, de revolución o como queramos llamar al trabajo para crear un mundo nuevo, a los saberes que sólo podemos conocer participando y preguntando como uno más entre muchos, como alumnos y hacedores.