Hoy el mundo del trabajo está sumergido, invisibilizado incluso semánticamente: es curioso, por ejemplo, que incluso organizaciones filantrópicas como Amnistía Internacional o Greenpeace hayan adoptado la misma musiquilla de ocultación y dispongan de flamantes «departamentos de recursos humanos«.
El trabajo humano, en cuanto recurso, dejó de ser sujeto social y «pasó a ser organizado por la empresa-capital y la sociedad-economía«.
Se trata aquí, por tanto, de hablar de lo innombrable y contribuir al paciente trabajo de desocultación. Se trata de escaparnos de la telaraña locuaz, del ruido dominante que esconde nuestras vidas.